sábado, diciembre 30, 2006

Hussein

Siento un poco de lástima por Hussein ahorcado esta mañana de sábado en Bagdad. Es inevitable, pienso, no sentirme un poco triste por ese desgraciado dictadorzuelo a pesar de que asesinó a cientos o miles de kurdos, a pesar de su régimen de terror y su guerra fraticida con Irán en los años ochenta. Miles de hombres murieron por ese apellido. Miles de familias huyeron de sus casas a causa de ese apellido pero ahora es inevitable que no sienta lástima por ese dictadorzuelo asesinado en la horca porque lo mataron no por esos crímenes sino para validar todos los demás. Su muerte valida ante los norteamericanos su guerra sucia en Irak. La muerte de Hussein valida los coches bomba, los niños muertos por fuego americano, las oraciones interrumpidas ante el cadáver de los hermanos.
Y mientras, que el mundo siga su cauce, que las muchachas y los muchachos vayan esta noche a emborracharse a los antros de la ciudad, que digan salud con las cervezas heladas, que se acaricien en la oscuridad de las discotecas y tras las columnas. Hoy han matado a Hussein. Hoy han matado a Hussein. Hoy Estados Unidos tiene más permiso para llevar junto al dictador a miles de niños, a miles de hombres gracias a la farsa de ese juicio. Ojalá te hubieran condenado por tus verdaderos crímenes, Hussein, gobernador terrible con alma de escritor. Ojalá por tus verdaderos crímenes sí te hubieran llevado a la horca. No por esto, no para justificar lo otro. Que Alá, si lo desea, te acoja.

jueves, diciembre 28, 2006

El traje

Hoy me contaron que mi abuelo se compró el traje que usará cuando se muera. Lo imagino en la tienda mientras ve los modelos, anota los precios, mientras se prueba el saco, se abrocha el pantalón y mi el largo de las mangas, del tiro, el encuarte del pantalón.
A qué mi abuelo con su traje de muerto.
Así que voy a casa de mi abuelo y le digo que me deje ver su traje. Lo muestra. Es impecable. Azul oscuro. El corte de las solapas es adecuado.
-Y estos son los zapatos -me dice.
-¿Y si se los pone?
-No, esos no, esos sí los quiero estrenar.
Nada más sonrío. Vuelvo a ver el traje de muerto de mi abuelo. Sí, qué bonito es.

martes, diciembre 26, 2006

Agradecimientos

Esta navidad subí mi post no. 300 al blog. ¿Qué ha pasado desde el día que inicié instinto contagioso? Imagino que han pasado muchas lecturas. Han pasado muchas revisiones. Parte del blog de instinto, una selección revisada y cuidada se transformó el libro apenas hace un par de meses con el título de Necrologias y fue editado dentro de la colección Anaquel de la Universidad de Guanajuato gracias al apoyo de Edgar Reza.
Desde ese primer día, también ha ocurrido la feliz coincidencia de amigos y lectores quienes le han dado segun technorati un link a este blog desde los suyos . Gracias a Sara, Liliana, Espartaco, Fabian, Gary, Dulce, Ismael, Ninett, O, Rosy, Carlos del Castillo,a Francisco, Daniel de la Fuente, Laia, Camila, Óscar, Nadia, Julian, Minerva, Oudiló, Fabián y Sony Silva. Saber que ustedes me leen en donde sea que se encuentren me produce una alegría no navideña, pero sí de todos los días.
Y gracias tambien a quienes a partir de este blog llegaron a kozamianas y me escriben ahí al no poder hacerlo aquí: Eduardo de Gortari, el gran Bogo, Alvaro, Efraín, Killer, Amaranta, Neffer, Josúe Barrera y muchos más. Hace días me preguntaba Prismático por qué no permito comentarios en este blog y la verdad, no tengo ninguna respuesta. Simplemente así nació y fue creciendo en entradas (pero no en sabiduría ni diversión jeje) y nunca lo moví. Seguro un día pondré los comentarios en on. En tanto gracias por caer en este blog o buscarlo y seguir adelante de ese post primerizo y hurgar en el resto de las entradas. Creo que este instinto durará mucho tiempo intentando contagiar a alguien con sus palabras.

domingo, diciembre 24, 2006

Una mordidita, por favor.

Se llama Juan y la secretaría de Transito de Monterrey lo dejó, junto con dos oficiales, a que consiguieran su navidad en la esquina de Matamoros con Doctor Coss. Mi amiga Maya les gusta para eso. La detienen, le piden todos los documentos y después le dicen que, si los puede acompañar. Venimos del Reforma de tomar un par de tragos para festejar el cumpleaños de O. Pero Juan, que nunca leerá esto, le dice a Maya que por favor lo acompañe. Los veo discutir en el espejo retrovisor y bajo. Comienzo a alegar con Juan y otro oficial. Mis opiniones empiezan a pesar y el oficial me dice: ¿Quiere ayudar a su amiga, en realidad quiere ayudar a su amiga? Bueno, pues hágase a un lado, me dice el oficial.
Me alejo un poco con las piernas temblándome del coraje y sólo veo como Maya discute con el oficial. Al final regreso. El oficial dice que ya mandó llamar la grúa, que cuesta 480 pesos. Que él no la puede pagar, que una vez que sale ya no puede hacer que regrese. Escucho su diatriba corruptil, retórica de un infante de cuatro años. Y pienso en qué vida tendrá ese hombre para hacer de la corrupción su navidad. Y lo miro bien, no le calculo ni 28 años y ya está con la mordidita por favor. Maya le explica que ya se iba a su casa, que sí, se tomó una cerveza, que fue honesta, que sólo quería llevar a su amiga y al novio de su amiga al barrio antiguo. Pero el oficial no cede.
-¿Y cuánto cuesta ser cortés con los amigos? -le pregunto al oficial y sonríe en la noche, con el frío, con los autos pasan junto a nosotros.
-Pues la grúa cuesta 480 pesos.
-No, bueno, oficial, usted sabe que no se trata de eso, por favor, dígame de qué se trata en realidad. Dígame cuanto cuesta ser cortés con los amigos.
Y el oficial me mira de reojo pero yo insisto.
-No es la grúa -le digo-, usted y yo sabemos que no se trata de una infracción, ¿cuántos años tiene tránsito de Monterrey y nunca se ha tratado de levantar infracciones. cuando detienen un carro.
Y el oficial se calla, se aleja y le entrega los documentos al otro tránsito y le dice:
-dejalos ir por esta ocasión y se aleja, mohino, navideñamente corrupto a la banqueta de la Capillas de los Dulces Nombres.
Nosotros nos vamos con las piernas y la impotencia a flor de noche buena. ¿A cuánto gente sí le tomará el dinero Juan esa noche? ¿Cuántos de esos que pagaron la mordida irán a estrellarse al río, a los postes, con otros carros? No lo sé. Pero Juan estará felizmente en casa con su mordida de 40 pesos, para comprarse una cerveza y tal vez, con ella decir salud hoy noche buena.

En paz

Estoy en paz con mi envidia. No deseo de nadie ni su mujer ni su oro. Si me presentaran un plato con las mejores viandas, dejaría que otro, antes que mí, pasara al frente, se le deleitara el paladar con los guisos, la manufactura de las salsas. Tengo mi soberbia también en los fondos abisales y ira juega al fondo de la calle con mi natural pereza. Pero hoy me encuentro en paz con mi envidia aunque mis otros pecados anden alebrestados entre tanta juerga, soledad y fuegos artificiales. ¿Qué le he dado a mi envidia para tenerla así, tan indefensa? Sólo le he dado de ti.

martes, diciembre 19, 2006

Para un taco

Cruzo la avenida Chapultepec y voy al puesto de tacos que me gustan. Voy hambriento. Otra gente come bajo la noche y el taquero levanta de la plancha las tortillas calientes, desprende ese vaho tembloroso y rico que suelta el bistek. Déme uno campechano, le digo al hombre y me acomodo bien mi mochila. Estoy por empezar cuando aparece tras de mí un pordiosero. Tiene un ojo cerrado por un golpe. Lleva los pelos enmarañados, sucios, casi rastas. Me extiende la mano y me pide para el taco o un peso, o para el taco ante la mirada vigilante del dueño del puesto. No traigo, mano, le respondo, traigo lo justo. Pero el hombre me insiste. Pero no quiero darle, es cierto. Hoy no quiero darle. Pienso en qué voy a solucionarle su vida o su hambre con un taco y me respondo que en nada, en nada.
El pordiosero está por irse cuando otro comensal dice: "déle su taco al amigo". Y los ojos del pordiosero tienen un brillo distinto, su boca musita un "gracias" vergonzoso, trémulo. El taquero le sirve y le entrega la comida en un papel. Después se aleja rumbo a la avenida mientras veo cómo el hombre que regaló el taco se infla, se siente orgulloso, feliz, contento por su buena acción. Y yo, sí, me siento un poco miserable mientras como, siento mi gula vanidosa, mi no darle un plato de comida a alguien necesitado. Cómo la gratitud también escoge a sus donadores. Anoche no fui escogido.

Decálogo para participar en un premio literario

1.- Usa un buen seudónimo. No pongas cosas como: "príncipe de las mareas", "huerfanita" o "Bambi" (este último a menos que te llames Elena Poniatowska, a ella se le permite todo). Nunca se sabe si un seudónimo empezará una revolución cursi o de ira en un jurado que ha tenido sus mareas, o es huérfano o tiene ganas de cazador. Si usas un buen seudónimo que no lleve a la risa involuntaria, ya tienes el visto bueno del jurado.
2.- Dedica un cuento o un verso a una gloria local, nacional o a un aspirante a gloria local o nacional. Si el jurado pertenece al grupo donde se encuentra esta gloria, ¡ya la hiciste! Si no pertenece, bueno, es imposible saber quienes son los jurados, no es tu culpa.
3.- Por favor, no pongas prólogos a tus manuscritos. Son chocantes, aburren de entrada. Pasa lo mismo con los agradecimientos a la abuela o el abuelo por ceder la historia, al amor que llevó a la inspiración de ese gran poema.
4.- No pongas consignas políticas como: ¡Todos con Oaxaca! o ¡Abajo AMLO! Por lo general los jurados son gente políticamente activa y no se sabe qué fibra se le puede tocar.
5.- Trata, al menos, de colocar en tu libro un cuento o un poema de un autor desconocido o muy bueno pero poco leído. El jurado no se dará cuenta muchas veces y ese guiño de genialidad puede hacer que vean con buena imagen tus verdaderos escritos.
6.- Usa buena letra. Con esto de las computadoras las letras manuscritas son parte del pasado. Un poema escrito con letras garigoleadas, no necesariamente hace al poema más poético.
7.- Piensa que vas a ganar. Si no lo haces, no enviarías nada. Piensa que vas a ganar con todas tus ganas, con toda tu alma, con todo tu corazón y en una de esas, puede que sí.
8.- Es de mal gusto escribir a los convocantes del premio o de la beca si ya salieron los resultados. Creeme, se cansan de contestar: "aún no tenemos los resultados, si gana, yo le aviso".
9.- Evita, si no ganas, deprimirte. Si no ganas, al menos escribe el nombre del autor y del libro y dedícate a golpearlo por otros medios. Habla mal de él, desquítate un poco, hombre, que es muy sano, también, sacar la frustración.
10.- Lo mas importante, sigue concursando. En México, para gracia de todos, tenemos cerca de 60 premios literarios. Y si ganas, no olvides este decálogo y caéte con una lana por las recomendaciones.

Temporada de premios

-Ya salió la convocatoria del Mancebo -me dice un amigo y me lee las cláusulas.
-¿Vas a participar?
-Claro, tengo una obra que es muy buena.
Escucho su ánimo. Así como hay una temporada de becas, también tenemos una temporada de premios y en México apenas está empezando.
Otro día, otro amigo me dice:
-¿Ya viste cuánto van a dar en el Efraín Huerta?
-Sí, ya vi, cien mil pesos.
-Imagínate que harías con ese dinero.
-El Owen da lo mismo, igual que los premios Nacionales del INBA.
Por otros frentes escucho también las esperanzas, me muestran los libros, leo inicios estupendos, piensan en jurados. Pienso también en todos lo que criticarían a estos amigos y porqué no, también a mí cuando veo mi par de libritos de cuento, mi novelita breve y pienso... caray, que azar esto de enviar libros.
Pero eso es lo que quieren, ¿o no? Que nos lleguen libros, que nos lleguen participantes, han de decir los organizadores, que tenga un buen nivel el Alfonso Reyes y podamos decir que este año llegaron 97 trabajos y al Luis Cardoza y Aragón 43 y el San Luis Potosí 89 y el Inés Arredondo unos 78. Imagino a los promotores ávidos de todos esos libros que están escondidos, que no son nada en los cajones hasta que alguien los mueve, los lleve a las editoriales para que se dictaminen o se publiquen y se lleve a los autores de gira de estado en estado. Esos libros que sólo esperan que a su autor se le prenda la idea de sí, porqué no... bueno, hay que enviar el libro al premio, hay que enviar los poemas al Zacatecas a ver qué pasa.
Y somos buenos creadores porque mandamos a los premios, engrosamos el listado de participantes, convertimos en número nuestros libros, en un seudónimo mágico cómico musical e interesante. ¿Para algo se hacen o no?
-¿Y tú a cuál concurso vas a enviar? -me pregunta al final mi amigo.
-Uy, no sé, cada que veo mis libros me deprimo -le contesto.
Pero es temporada de premios, qué le vamos a hacer. Y ya veo esos listados de obras, tanta novela, libro de cuentos y ensayo que este año irá de una ciudad a otra, papeles en el aire, inspiración puesta en las manos de los mensajeros.
Me dicen que me coseran los labios cuando muera. Nadie deseará ver la oscuridad de mi boca al asomarse a mi féretro. ¿Quién me coserá los labios? ¿Cuántas puntadas me darán para ahora sí, callarme incluso en la muerte, dejándome sólo, para comunicarme, la mímica temblorosa de mi fantasma?

viernes, diciembre 15, 2006

Que me traigan canciones aunque ya me haya muerto

Es curioso cómo la muerte alcanzó a Valentin Elizalde inmortalizando su rostro duro, adulto, para alguien de 27 años. Es curioso cómo la muerte llenó de fama el nombre de este cantante importante dentro de la música norteña pero colateral dentro de las muchas corrientes musicales de este país. La muerte lo alcanzó en la madrugada en la ciudad de Reynosa y calló una de las carreras más prometedoras. En sitios web, en noticieros del corazón, la nota ocupó un lugar importante y las "líneas de investigación" para encontrar al culpable son tan profundas que dieron sólo con un culpable: los cárteles del narcotráfico.
Sin embargo, ese aviso -no puede ser considerado de otra forma-, tuvo un segundo llamado cuando en días pasados fue baleada la camioneta de otro cantante de música norteña. Lupillo Rivera, famoso por su calva y sus apariciones en las alfombra roja seguido por una banda con tubas, trompetas y acordeones, fue tiroteado en la ciudad de Guadalajara. Los impactos de bala tenían como blanco su camioneta. Lupillo, misteriosamente, no levantó ninguna denuncia de hecho.
Hoy, en el diario El Universal aparece la nota del asesinato de uno de los integrantes del grupo Los implacables del norte. La muerte lo encontró mientras hablaba por celular. Con esta, son ya tres avisos en menos de un mes contra los músicos norteños. ¿Porqué contra ellos, quienes son los primeros en emocionarse por un narco corrido, quienes buscan el amparo de los narcos para componerles sus canciones? En una tierra donde sólo importa la violencia, la música debe loar esa violencia.
Los ajustes de cuentas deben de estar en grados alarmantes. ¿Quién controla la venta de droga y estupefacientes en los conciertos de música norteña? ¿Qué cártel controla esos accesos, qué cártel financia esas carreras a cambio de las ventas de droga en esos conciertos multitudinarios en ranchos, metro domos y expos? Cantarle a los muertos es una tradición que poco a poco se pierde en nuestro país como muchas. ¿Quién irá a componerle a los narcos si ellos están matando a sus fabuladores, a los únicos que pueden hacer de sus vidas una canción para que los recuerden. Porque, cuando se hayan ido, sólo quedaran las canciones, esa memoria colectiva a la que Elizalde, Lupillo y el integrantes de Los implacables del Norte han hecho e hicieron sus aportaciones.

lunes, diciembre 11, 2006

Vencer al sensei

La sala es negra. Una joven con vestidos orientales y manos juntas da la bienvenida a los espectadores. Se pasea entre las sillas a ambos lados del escenario, que no es más que un espacio rectangular delimitado por franjas platedas. El sonido explica a los espectadores de la primera fila, al ras del escenario, que no deben de mover brazos, ni extender los pies, que deben de mantenerse en una celosa posición inamovible. La chica oriental revisa con minucia que ningún pie pase la raya, regaña, gesticula amistosamente cuando es obedecida.
La obra es Vencer al sensei y se representa en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico. Cuando se apagan las luces todos los espectadores nos damos cuenta de porqué se pedía cero movimiento. Un maestro sensei y su alumno salen de distintas puertas con katanas en mano y empieza frente a nosotros un combate colosol, titánico. Las katanas brillan con la luz. La estridencia de los golpes estremece.
Vencer al sensei, la obra de Richard Viqueira es una mezcla divertida y filosófica donde confluyen el anime japones, la acción, el arte del mimo y un teatro experimental. No hay en la obra mesas para tomar te ni personajes que dialogan sobre las grandes verdades del ser, sino una profusión de acción, de batallas, de sonrisas. No es curioso entonces que varios sectores del público sean niños y que les brillen los ojos con cada esgrima fantástica.
Los actores despliegan en escena, una escena carente de elementos pero llena con los personajes, la vida en un monasterio y la lucha de un alumno por vencer a su maestro. Las batallas, los actos, el pleito de alumno y maestro por una botella de sake, el maravilloso combate con palillos chinos, el colorido de una danza bélica con coloridas sombrillas que rasgan el aire dejando haces verdes o lilas aumentan en el espectador la sensación de la magia.
El maestro y el alumno -con los pelos puntiagudos como un Gokú cualquiera- combaten, ríen, comen, exploran en la oscuridad sólo con su deseo por combatir, por vivir. Excelentes los tres personajes: la chica oriental, el alumno y el maestro. Al salir de Vencer al sensei dan ganas de ir por un ánime para seguir viendo esas fabulosas batallas, ese mundo que queda impregnado en una sala que deja de ser oscura para convertirse en un bosque de grandes bambus, en un bosque con grama tierna y llena de rocío donde al final siempre, cae un cuerpo y una espada vuela en el aire para herir la tierra.

viernes, diciembre 08, 2006

Fe

Perdóname Señor
por mi fe pequeña
que se derrumba
al paso de las hormigas
arrugada piel de viejo.
He visto tantas
tardes sin esperanza
tantas horas consumidas
con la idea de la muerte
rondandome
acechandome
incluso en la sonrisa
de un niño.

Perdóname Señor
por mi fe
castillo de naipes
equilibrista
¿qué haré con ella?
que ni me cabe en los ojos,
que ni me sabe
en el paladar?

Qué haré con esta
fe amarga
ponzoñosa
tan consciente
en la desventura
que te alaba
y te niega
a todas horas

¿Habrás de negarme
también
por ser hombre
de fe pequeña?

Cómo escribir una obra maestra

Es curioso como, al empezar a escribir, se quiere conocer los secretos para llegar un día a poder crear una obra maestra. Se admiran los libros, después a los autores y es frecuente oír en charlas de jóvenes escritores, un listado de aquellas obras que unos u otros quisieron haber escrito. Yo tengo también mi lista, por supuesto, pero por simple pudor ni la menciono.
Y para escribir una obra maestra se piden las recetas, los tips, también la forma de acortar el camino. Se asiste a talleres y se sigue a pie juntillas las ordenanzas del "maestro", las visiones críticas de los compañeros del taller. Se leen todos los decálogos posibles del cuento, se analizan todas las lecturas críticas, se analiza la estructura, se lee la tradición, esa vasta anciana generosa pero también que sólo enseña a regañadientes.
Cuando se tiene acceso a escritores que se admira, llámese Antonio Lobo Antunes, Gabriel García Márquez o Saramago, sólo por mencionar a los que están vivos hoy ocho de diciembre del 2006, se les pregunta con una especie de rubor (claro, si el joven autor tiene aún un poco de cándor y no ha mandado a estos y muchos otros autores a la hoguera de sus vanidades), cómo le hizo para escribir sus novelas, qué miró, cómo enlazó los personajes, cómo motivó tales escenas.
Y el gran autor calla, imagino que un poco ruborizado, imagino que con un suspiro de indolencia pero el autor calla.
Nadie va a decir cómo se escriben sus obras maestras.
Hace días vino Mario Bellatín a leernos un texto que trata sobre su comodidad o incomodidad por ser catalogado como un escritor raro (decía que le molestaba, pero indudablemente se sentía a sus anchas en esa taxonomía). Cuando se le preguntó de dónde venía su tradición Bellatin calló. Dijo que no existía tal tradición, que la tradición en realidad parte de las combinaciones. Pero Bellatín no dijo de dónde venía su tradición.
El problemas con las obras maestras es que hay algo sobre ellas que no se enseñan en los talleres ni en los decálogos del perfecto cuentísta: la obra maestra es orgánica primero que nadie con uno mismo. La obra maestra, si es acaso existe también una obra multigenérica, multiracial, multicrítica sólo es en relación consigo mismo.
Un amigo se jacta de que siempre escribe obras maestras. Lo dice con suficiente tranquilidad y orgullo. Yo le creo. Siempre me parece que esa obra maestra lo afecta primero que nadie a él, le dice cosas a él, lo lleva al paroxismo y a la tranquilidad primero que nadie a él. Y ¿cómo entendernos a nosotros mismos, cómo ver una realidad, cómo enamorarse de los eucalíptos o de los asesinos en serie si son actos íntimos, no negociables al portador, actos en los que nadie tiene asomo por muy bueno que sea el otro escritor y tenga las mejores intenciones?
¿Y la crítica? Bueno, de algo tienen que vivir los críticos. Ojalá escribiéramos obras maestras primero para nosotros y al verlas viéramos poco de otros autores en ella, claro, parte de esa tradición necesaria, pero más de nuestras asfixias, transgreciones y esperanzas. Uno se escribe siempre: decir que escribimos ficción también es mentira.

jueves, diciembre 07, 2006

Debilidad

¡Qué débiles son mis piernas! ¡Qué lentos mis brazos! A veces quisiera salir de casa saltando, de un brinco llegar a la otra esquina pero mi cuerpo me lo impide, mi terriblemente cuerpo lento, abotagado, tan a gusto con su lenta circulación, con sus músculos a su mínimo esfuerzo. Y veo los gatos que de un salto dejan atrás una barda y veo los músculos firmes de los perros al perseguir un auto, veo los saltos tímidos de los pájaros al sentir la cercanía de la gente y me entra una nostalgia extraña por mi cuerpo siempre tan al ras del suelo, siempre a la mínima potencia, consumido en el menor esfuerzo.
Qué daría por tener mi fuerza en su sitio, dispuesta.

domingo, diciembre 03, 2006

Lampara maravillosa

Y tomé la lámpara y comencé a murmurar: "yo quisiera tener la vida de Gael García, yo quisiera tener la vida de Gael García, yo quisiera tener la vida de Gael García."

Y cuando abrí los ojos era Diego Luna.

Entre el ser y el tener

-Oiga -me dice el hombre-, ése qué carro es, ¿es de los buenos, verdad?
Adelante de nosotros va un Porshe azul metálico, placas bonitas, defensa más limpia que los dientes de Jaqueline Bracamontes.
-Sí, es de los buenos -le respondo-, ese vale más que usted y yo juntos. Si le pega no lo paga ni con los riñones, ni vendiéndo el corazón, ni vendiéndo su columna ni nada. Es más, no pagamos el golpe aunque los dos vendamos el corazón, así de bueno, es ese carro.
El hombre murmura un ajá desanimado. Yo nada más sonrío que no valgo ni un porshe, tal vez ni un nissan corona.

viernes, diciembre 01, 2006

Apuntes de una jornada presidencialista

Toda la mañana la avenida Chapultepec se llenó con las sirenas de la policía. En el zócalo se concentró una multitud de partidarios de AMLO pero en ningún medio le dieron paso a esas imágenes. La noticia estaba en la tribuna tomada por los panistas, en el diputado de la chamarra amarilla que intentaba romper las vallas blanquiazules. A cada cierto tiempo la televisión pasaba las imágenes de las escalinatas del Congreso donde pasaban desde Casterns, el nuevo secretario de economía hasta Arnold Schwarzenegger, el flamante gobernador de California a quien una comunicadora adjudicó el gobierno del estado de Texas.
Toda la mañana el estres se encontró a tope. Los diputados del PRD bloqueron los accesos al pleno de la cámara, los diputados del PRI abordaron el pleno desde una puerta trasera con banderitas de México en alto, las mismas banderas de ese país que saquearon en 70 años. Cuando la transmisión de las cadenas nacionales pasó a la señal de la Presidencia, un nervioso Sergio Vicke y una aún más nerviosa Diane Pérez argumentaban que el ambiente en la cámara de diputados era serena y tranquila. Estaban los accesos cerrados con candados, había en pancartas contra el presidente Calderón, había una silbatina incesante pero a Diane Pérez le pareció que la cámara se encontraba tranquila.
Una mañana de equívocos vivió la cámara de diputados. La llegada de Felipe Calderón fue por una puerta trasera, custodiado por los diputados del PAN. Atrás de él llegó un sonriente Vicente Fox quien, en un acto tal vez inconsciente se puso presto a colocar la banda presidencial a Calderón, tal vez recordándo su declaración de días pasados donde argumentaba que él era el presidente que ganó dos elecciones. Calderon fue congruente, fue parco, fue veloz al momento de tomar la protesta ante diputados y senadores. La silbatina no cedió, los gritos de apoyo de AMLO no cedieron tampoco. Su salida fue similar a su llegada: rápida, como diría más tarde Santiago Creel, "una salida quirúrgica".
Cuando la transmisión volvió a las cadenas nacionales, el tv Azteca pasaron, sin querer, con la reportera que iba a cubrir la comida de Calderón con sus allegados en el Museo de Antropología. Muy contenta, casi con torpeza y tacto político, iba a empezar a decir el excelente menú para casi 950 personas que iniciaba con una crema de elote a la... y ahí le cortó Alatorre la transmisión para ir de nuevo al Auditorio Nacional.
Y mientras, en avenida Chapultepec, seguían pasando los camiones y las ambulancias. La comida estába prevista para las dos de la tarde. 950 personas, un menú seguro de primera clase, un menú de miles de pesos. Me pregunto si AMLO habría iniciado así, gastando todo ese dineral para que 950 personas comieran igual de rico que él. Pero es imposible saber aunque la única respuesta que tengo es que sí.
Casi al mediodía salí de casa para ir a la Fundación y al llegar a una esquina encontré a un campesino vendiendo palanquetas: un dulce tradicional hecho a base de amaranto con miel y con forma cuadrada. El dulce tiene también trozos de pasa, nuez y cacahuates. El hombre era pequeño, tenía los ojos casi azules, calzaba unos huaraches. En un costal había decenas de palanquetas. A un lado estaba su familia, una mujer que sostenía en brazos a una pequeña y un par de niños jugaban al lado. El hombre vendía las palanquetas a dos pesos. Y miré el costal y pensé en la crema de elote y los 950 invitados y las tribunas tomadas y a Diane Pérez mintiendo que todo estaba tranquilo y a Santiago Creel contento porque no gestionaron nada, simplemente se burlarón de los otros, a Fox con sus ganas de poner la banda presidencial.
Qué asco da este país pensé al momento de comprarle al campesino diez palanquetas. Y pensé que todo el día, tal vez, sólo iba a vender esas diez palanquetas, que este día sólo iba a mantener a su familia con mis veinte pesos, ¿porque quién quiere comprarle dulces a un campesino, dulces de dos pesos cuando ayer ganaron las Chivas, cuando ayer empató el Pachuca, cuando ayer AMLO seguro también tenía una opípara cena?
Dos pesos la palanqueta, 950 invitados más el resto de las cenas, más el resto del gasto, más el resto de los viajes y la segura riqueza venidera de los allegados a Calderón. ¿Estarás ahí, Hildebrando? Y este pobre campesino vendía sus palanquetas. Maldije no llevar más dinero para comprarle todas y darle al menos a él y a mí, la certeza de que en este día presidencial donde todo querían la tribuna, darle un poco de tranquilidad y esperanza para los seis años que ya nos amenazan. Pero ni eso pude, ni eso.